El estudio radiológico de la mama es vital para completar un buen diagnóstico clínico.
En la sanidad pública de nuestro país se hacen mamografías de cribaje cada dos años a partir de los 50 años. En otros países, como es el caso de Estados Unidos de América, las mamografías se realizan de manera sistemática a partir de los 40 años con el fin de aumentar las tasas de detección de tumores o lesiones no palpables, tan abundantes en esta franja de edad. Hacer mamografías de modo rutinario sin niguna sospecha antes de los 40 años es un tema controvertido, ya que pueden aumentar los casos de falsos positivos.
Lógicamente también hay que hacer mamografías cuando existe algún indicio de lesión o tumoración en la exploración clínica, exploración que debería hacerse de modo anual.
En mujeres jóvenes antes de la menopausia frecuentemente añadimos a la mamografía clásica una ecografía mamaria, puesto que la glándula es más densa y se ve mejor la posible lesión, mientras que otras pruebas más específicas como la resonancia magnética solo se utilizan para confirmar el diagnóstico.
En caso de sospecha de una lesión mamaria durante la realización de pruebas de imagen es frecuente hacer una biopsia dirigida al lugar de la lesión a fin de poder analizar el componente celular de la misma.